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A Anastasia Candre Yamacuri,
tejedora inagotable de selva y palabra.


Apareció una mañana, vestida de cortezas arbóreas, colorido yanchama.
Blancos colmillos de jaguar iluminan su pecho, también vino la tierra estremecida y se le hizo piel,  y un pájaro batió sus alas para coronarla.
Hija de tigre cananguchal, sangre uitota y ocaina fluyen en los ríos bravos de sus venas.
Fatiku le bautizó la selva, pero también se llama coca, ají, yuca y tabaco.  Yo pronuncio semilla, saber, sanación, poder.
Llora  la tierra condenada, la lengua agónica que olvidará pronunciar “Eirogi”, útero de todo lo creado.
Hermana amazónica, no todo fue devastado. La sangre hizo fértil la chagra, dentro de ti, se levanta una legión de ancestros, una sola llama que nos dará el canto de mil pájaros de fuego.
Cahuana! Cahuana!  Palabra  renacida, poderoso espíritu de la maloka, donde el yagé se hace aliento y soplo de la nueva cuna que verá ponerse de pie a tus dioses para hablarnos del primer verbo, del cómo fue y cómo será.
Fatiku, hermana, de tu cuenco úngeme con sangre de drago y aceites de copaíba, sóplame ríos y selvas, enséñame el  Yuaki Muina-Murui, como la mañana que llegaste cantando el ritual de frutas.

No lo sabes hermana? Cada vez que cantes, el remo volverá al agua, la tierra triunfará sobre el cuchillo y el fusil.
Entonces, veremos al dios blanco inclinarse ante el corazón del jaguar que enciende la punta de la flecha.

De cerca  tu desnudez es casi cotidiana, casi única
en algún momento del día se florece y entonces
juega a perderse bajo mi mano que no alcanza a tocarte
si te miro de lejos, lo suficiente para ofender la tibiez
te recoges en una sola caricia…en círculos de agua y de sonidos 
te deshaces, te anegas
reinventándolo todo…
¿y yo qué haré con esta leve bastedad  en mis manos?
Te concurre  un obelisco de amapolas
un avizor de constelaciones táctiles
un relámpago que reclama su terredad
y la vanidad de poderte morir en este instante.
Podría reducirte  a un átomo de ternura
podría girar locamente en tus bosques de anillos seculares
o simplemente
quedarme en el sonido lentísimo de los ríos de Neil Young  para extender tu desnudez como llanura impúdica y pródiga...
...y sobre ella yo
como un corolario de tu paisaje retráctil
yo
la prolongación cósmica de tu desnudez.

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