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Poemas

Guarda silencio ante el poema,circula entre sus versos, no interrumpas el paso. Es casi una oración atea, pero es una oración. Desde que nace los hombres se congregan y repiten en sueño sus palabras. Es como si quedara algo sagrado sobre la tierra todavía, el misterio los junta a cada instante. Tal vez rechaces tanta ceremonia o te colme el ritual que los convoca, da lo mismo. No hables. Descifra despacio cada letra como quien oye un gallo a medianoche y siente que su canto, en vez de gritos, es el pregón de un obituario. Indaga si tu nombre acaso se menciona, si para ti también ya cantó el gallo.  Eugenio Montejo

Abandonarse a las formas
hacerse símbolo, mimetismo del aire
posarse en el erotismo de lo sagrado
moverse en la liviandad de los siglos
asirse a la simetría de lo ingrávido.           
Seudónimo de viejos monjes
no le preocupa lo efímero
porque al juntar sus manos
es en sí misma la fe.
La Mantis
como la luz de Reverón
no es más que otra forma de la perfección.

La mujer lleva por sombra una serpiente
va tras el desangrado fruto
aun palpitante en el pecho del primer hombre.
Entre el bien y el mal
juega un dios expulsado de aquel paraíso
nacido  al filo del primer bocado.

A mi gato Pagano, en la noche que venció la muerte.

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Ha llegado la hora que no marca ningún reloj.
Estalla la noche en mil pedazos y ha entrado una astilla terrible por mi ventana.
Negra, como el mismísimo presagio, es negra la mariposa, lleva en sus alas los ojos para horadar mi alma, retinas de Caronte.
Se ha apostado en la pared, bandera, sentencia, anunciación.
Los caracoles están echados, para alguien se habrá cerrado el círculo esta noche y mañana apretará la tierra entre sus dientes.
A mis pies está Pagano, mi gato negro.
En insólito asalto la ha atrapado entre sus garras,

toda la muerte cabe en un zarpazo.
El estigma aletea en su último estertor entre los colmillos de Pagano,

y así, se van lentamente,
se desvanece la misma mancha negra de mi cuarto;
la muerte, la noche y mi gato.

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