top of page

A Hernán Atencio por enseñarme que las águilas,
los zamuros y los enamorados vuelan por placer.

 


Esta podría ser la polaroid
de los días cuando fuimos  aves de Oliverio
de cuando fuimos desnudos como ciudad recién amanecida.
Entonces, me cantabas unos versos del flaco Espinetta
“sueña un sueño despacito entre mis manos, hasta que por la ventana suba el sol”, me decías.
Y acostados como quienes acaban de inaugurar el edén
se abría en nuestros pechos dos ojos apacibles y fosforescentes
porque de cierto, fuimos un gato escapado del alto cíclope nocturno.
Eran los días en que sin darnos cuenta
hacíamos del mundo un sonetario de caricias
un autoretrato con magnolias y mangos
bajo cielos rojos  le pusimos un lugar al amor.
De a poco, te fui perdiendo de vista
como se van borrando los árboles de una larga carretera desde el asiento de atrás de un auto.
Ya ves, hoy vuelve Espinetta y un arrebato de magnolias
sin dejarnos lugar en esta vieja instantánea
Y todo, por la pequeñísima pluma que dejaste como prueba
de que un día fuimos desnudos, Girondos  y alados.

bottom of page